sábado, 31 de octubre de 2009

El resucitador - James McGee

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Reseña - por Pilar Alonso


Editorial Bóveda, 2009
Género: Novela histórica
504 páginas


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En los primeros años del siglo XIX pululan por Londres varios grupos dedicados al robo de cadáveres para cubrir las necesidades de las escuelas de medicina. Mathew Hawkwood, antiguo soldado y ahora un runner de Bow Street, es designado para llevar el caso.

Al mismo tiempo, desaparece de un manicomio un coronel cirujano del ejército, y para hacerlo ha recurrido al asesinato. Hawkwood también deberá encargarse de ese asunto, sin saber que ambos están relacionados.


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Es difícil tratar de imaginar el trabajo de los médicos en la primera mitad del siglo XIX, cuando aún se ignoraban tantas y tantas cosas sobre el funcionamiento del cuerpo humano. Muchos adelantos se debieron a la oportunidad que tuvieron muchos de ellos de trabajar con cadáveres, en ocasiones en la clandestinidad hasta la Ley de Anatomía de 1832. Y ese tema es el que subyace bajo la trama de El Resucitador, novela en la que un grupo de ladrones de cadáveres suministran material a las distintas escuelas de medicina de Londres.

Pero la novela va mucho más allá de la simple anécdota y muestra un aspecto aún más sórdido en el ya de por sí morboso asunto. Cómo esos ladrones arrancaban los dientes a los muertos y los vendían a los dentistas, que luego éstos colocaban en las bocas de ciudadanos pudientes, o cómo los restos de los cuerpos eran hervidos para fabricar velas y jabón.

Todo eso, que parece sacado de cualquier película de terror, no es producto de la desbordante imaginación del autor, como él mismo reconoce al final del libro, donde incluso nombra algunas obras que ha consultado para esta novela.

Como siempre, los ricos escapaban a este tipo de prácticas. Ellos podían pagarse mausoleos, lápidas de piedra y rejas metálicas para resguardar su lugar de descanso. Los pobres debían conformarse con, en el mejor de los casos, un ataúd de madera mala y un entierro a pocos palmos del suelo, lo que favorecía mucho la tarea de los ladrones.

El autor ha sabido plasmar con acierto todo ese entramado y el mercado existente para dichas mercancías. Pero además ha sabido trasladarnos a un Londres muy alejado de la imagen glamourosa de los poderosos, creando una atmósfera lúgubre y maloliente, repleta de malhechores y tabernas, de callejones e inmundicia.

Y en medio de todo ello, la historia de un coronel del ejército, cirujano de profesión, que ha huido de un manicomio y de su perseguidor, Hawkwood, un runner de Bow Street, el cuerpo de policía que daría origen a Scotland Yard. Mientras Hawkwood persigue a su asesino se adentrará en el submundo más mórbido de la ciudad, y descubrirá más de lo que nunca hubiese deseado saber.

La novela contiene algunos detalles sobre la medicina de la época de lo más interesantes, especialmente una operación de cálculos en la vejiga que tiene lugar en un aula repleta de estudiantes y que ilustra a la perfección el modo en el que tanto cirujanos como pacientes debían enfrentarse, con los escasos medios de los que disponían, a operaciones que hoy resultan casi banales.

La novela tiene ritmo, buenos personajes, un argumento atractivo y una atmósfera bien definida. Necesitaría, no obstante, una revisión. En ocasiones no existe separación alguna entre escenas y hay algunas erratas. Y, no sé si por obra del autor o del traductor, hay varias expresiones modernas que, además de ser incongruentes, restan autenticidad a una obra que, por lo demás, está bien ambientada y concebida.
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jueves, 22 de octubre de 2009

El parche de la princesa de Éboli - María Pilar Queralt del Hierro

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com


Editorial Styria, Abril 2009
Género: Anécdotas históricas
239 páginas



A lo largo de su dilatada carrera profesional, María Pilar Queralt del Hierro ha podido acceder a multitud de anécdotas históricas que ahora se han unido en un solo volumen, para gran regocijo de sus lectores y de todos los aficionados al género.

Las anécdotas históricas son siempre un buen reclamo. Breves, concisas y la mayoría de las veces suculentas, sirven de aproximación a un sinfín de situaciones y personajes históricos, narrando esos sucesos divertidos, entrañables o macabros que jalonan nuestro pasado.

La autora ha hecho una selección variada y sumamente interesante, comenzando por el Antiguo Egipto, donde podemos descubrir, por ejemplo, cómo se financió la pirámide de Keops, y sigue con Grecia, Roma y la Edad Media para finalizar con una serie dividida por temas: reyes, cine, música, ciencia...

Todas ellas tienen la extensión justa para presentar la anécdota en cuestión y es inevitable que de algunas queramos conocer un poco más, con lo que el libro no sólo cumple la función de entretener al lector, sino que le abre el apetito de indagar sobre muchas cuestiones que aparecen en él.

El parche de la princesa de Éboli es de lectura ágil, no recomendable para leerse de un tirón, variado y sugerente. Es uno de esos libros que deben paladearse a pequeños sorbos, aunque casi siempre sepan a poco.
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viernes, 16 de octubre de 2009

Batallón Sagrado. Matar por amor

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Apuntes - por Pilar Alonso


Dicen que no hay fuerza más poderosa que el amor y ya hubo en la Antigua Grecia quien así supo entenderlo. La homosexualidad era entonces, allá por el siglo IV a.C., algo comúnmente aceptado. Y el comandante tebano Górgidas lo aprovechó para crear el que se conoce como Batallón Sagrado.

Tebas era una ciudad importante, la más grande de la región de Beocia. Y al igual que Atenas y Esparta, también disfrutó de su época de gloria, sobre todo en época de Epaminondas, un general y político del siglo IV a. C.

Górgidas, compañero de Epaminondas, fue quien tuvo la idea de crear un batallón formado por 150 parejas, cada una de las cuales estaba compuesta por un miembro de mayor edad (heniochoi- conductor) y uno más joven (paraibatai – compañero).

El modo de luchar de los griegos se basaba esencialmente en el uso de unidades de hoplitas, soldados con espada, lanza y escudo que formaban apretadas filas para enfrentarse al enemigo. Los lazos que se creaban entre ellos contribuían en gran medida a mantener la cohesión del grupo. Y Górgidas creía que si esos lazos resultaban especialmente intensos las posibilidades de éxito aumentaban. Ningún hombre dejaría morir a su amado ni realizaría ningún acto que pudiera resultar vergonzoso a sus ojos (como huir o mostrar cobardía). Luchaban espalda contra espalda, sin rendirse nunca, porque rendirse significaba también la muerte del hombre al que amaban y de ese modo o sobrevivían ambos o morían ambos en la batalla.

Los miembros del Batallón eran escogidos entre los mejores, y formaban una élite que en tiempos de paz actuaba como guardia personal y en tiempos de guerra componía la vanguardia del ejército. Antes de entrar a formar parte de él juraban ante la tumba de Iolao, soldado tebano por quien Heracles había sentido una gran pasión, vencer o morir juntos en la batalla.

Y eso fue exactamente lo que ocurrió en Queronea, en el 338 a. C., cuando debieron enfrentarse a las tropas de Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno, que pretendían invadir Grecia. Rodeados por las tropas de Alejandro, el Batallón Sagrado se defendió hasta la muerte y juntos cayeron, abrazados, en el campo de batalla.

Tras la victoria, Filipo II, que había pertenecido a ese Batallón en su juventud cuando fue llevado como rehén a Tebas, permitió que sus cuerpos fueran enterrados juntos y que los tebanos levantaran un monumento en su honor: el “León de Queronea”.
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sábado, 10 de octubre de 2009

El violín del diablo - Joseph Gelinek

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Reseña - por Pilar Alonso. Reseña y entrevista publicadas originalmente en www.ciberanika.com
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Editorial Plaza&Janés, Junio 2009
Género: Novela
427 páginas
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Raúl Perdomo, inspector de policía, acude al Auditorio Nacional en compañía de su hijo para escuchar a Ane Larrazábal, virtuosa del violín, que va a interpretar el Capricho nº 24 de Paganini, una de las piezas más difíciles jamás concebida.

Cuando es solicitada la presencia de la policía en los camerinos, Perdomo descubrirá el cadáver de la concertista, con una palabra árabe escrita en el pecho, y el robo de su violín, un valioso Stradivarius.

El misterio parece rodear al instrumento, que tiene tallada en la voluta la cabeza de un demonio.
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Un thriller no deja de ser una historia llena de persecuciones, misterios por resolver, asesinatos y grandes dosis de suspense. Es lo que uno espera encontrar cuando abre las páginas de cualquiera de ellos.

Si el autor sabe añadirle un toque especial, algo que lo distinga de los otros cientos de libros del mismo género, tenemos novelas como El violín del diablo.

Como ya ocurrió en La décima sinfonía, Joseph Gelinek ha convertido a la música en una protagonista más de su novela, con piezas, anécdotas y músicos de la talla de Paganini adornando sus páginas. En este caso, la trama gira alrededor de un instrumento maldito, un excelente reclamo.

La trama está bien planteada, la relación del policía protagonista con su hijo está bien trabajada, tiene sentido del humor, pero es precisamente la presencia de la música lo que la dota de una pátina especial y sugerente de la que resulta muy difícil sustraerse.

Es cierto que el autor aprovecha cualquier oportunidad para introducir nuevos datos, ya sea sobre músicos, instrumentos, escenarios o piezas musicales, como si durante unos párrafos en lugar de leer una novela leyéramos un ensayo. En algunas ocasiones dicha presentación resulta un tanto forzada, pero no se puede negar que la información que proporciona es tan interesante que casi se pasa por alto el modo en el que accedemos a ella.

Una novela sumamente entretenida, amena y absorbente. Y una delicia para los sentidos si se atreven a buscar algunas de las piezas que aparecen en ella.
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Entrevista a Joseph Gelinek por "El violín del diablo"

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por Pilar Alonso

Leer Reseña El violín del diablo.



Tras el éxito de La décima sinfonía, publicada en más de quince países, Joseph Gelinek vuelve a sorprendernos con otra novela músico-policíaca. Bajo el seudónimo se esconde un hombre amante de la buena música, divertido y gran conversador.


- ¿Por qué elegiste a Paganini? ¿Y por qué un violín?

Pues verás, un día, tras un concierto, estuve charlando con Ara Malikian, un violinista soberbio que interpreta muy bien a Paganini. Él fue quien me contó la historia de Ginette Neveu (una violinista famosa que murió en accidente de avión en 1949 y cuyo Stradivarius nunca se encontró). Pues bien, Ara Malikian me contó que el luthier de Neveu, Etienne Vatelot, estaba un día frente al televisor y vio a un músico con un violín. Se quedó perplejo y exclamó: ¡ése es el violín de Ginette! Lo tenía otro músico. ¿Cómo no hacer una novela con esa historia? Y el violín maldito me llevó enseguida a Paganini, porque violín y Paganini son una sola cosa.


- El personaje de Paganini que perfilas en tu novela es un personaje realmente fascinante. ¿Era realmente así o te has tomado algunas licencias sobre él?

La parte de Paganini está muy trabajada, me llevó mucho tiempo y esfuerzo documentarme y para ello tuve que emplear el servicio de documentación de las Universidades USA, un servicio muy restringido y de muy difícil acceso. Así es que casi todo lo que aparece de él en la novela es cierto. Estaba en un estado lamentable hacia el fina
l de su vida, tal y como aparece en el libro.


- ¿Por qué crees que Paganini nunca fue considerado un músico de primera fila?

Era un intérprete fabuloso, lo sabemos por dos vías. Una directa: los testimonios de la gente que le oyó tocar y luego a partir de sus propias composiciones: nadie que no tocase como él podría escribir esa música.

Pero para mí no deja de ser un compositor un poco flojo, que repite y repite un par de ideas, en contraposición a otros músicos más generosos, como Chopin, Bach, Beethoven o los Beatles.


- ¿Los Beatles?

Lo que mucha gente no sabe es que los Beatles son compositores clásicos, en el sentido de que introducen en el previsible rock and roll elementos de tanta sofisticación como en la música clásica. Estoy hablando de escribir una canción en modo dórico, como en Eleanor Rigby, o de modular en el estribillo para que haya más contraste, como en Penny Lane, o en crear hermosos ostinati como en Julia. La gente no sabe lo importantes que son los Beatles, capaces de devolverle al público el gusto por la buena música. Por eso son los Schubert del siglo XX.


- ¿En quién te basaste para perfilar el personaje de Ane Larrazábal, la virtuosa del violín?

Físicamente tenía en mente a Janine Jansen, aunque desde el punto de vista de la personalidad, creo que Ane es en realidad Ginette Neveu. Neveu plantó cara a los monstruos sagrados de la época, como Oistrakh, al que ganó en un concurso de violín. Ella era la única mujer entre los Heifetz, Menuhin, etc., ahora hay docenas. Esa personalidad ferozmente competitiva de Ane es de Neveu.
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- ¿Cuáles son tus autores de referencia?

Una de las razones por las que escribo misterios musicales se debe a la novela Muerte en la Fenice, de Donna Leon, un libro muy premiado y cuya parte musical yo pensé que se podía mejorar.

Otra obra que me influyó fue Un asesinato musical, de Batya Gur, la Agatha Christie de Israel, según la Wikipedia, y en la que un asesino estrangula con una cuerda de violonchelo.

Y otra influencia es Stephen King, un enorme escritor que ha elegido el terror para dar su visión del mundo. Me gusta cómo trata lo sobrenatural y he intentado imitarle un poco, pero sin excesos. Como soy bastante escéptico con esos temas, igual que el inspector Perdomo, quería hacer una novela en la que hasta yo pudiera creerme que hay fuerzas ocultas, en este caso un violín, un violín que contamina a los que le rodean y que, de un modo u otro, causa la muerte de todos aquellos que lo poseen.


- ¿Es realmente el mundo de la música tan competitivo como apuntas en tu novela? Parece como si los intérpretes de música clásica estuvieran muy lejos de eso.

Es muy competitivo, pero no porque sea de música clásica, cualquier actividad que consista en atraerse el favor del público es competitiva, ya se llame rock, teatro o literatura.


- En el libro comentas que la Filarmónica de Berlín tiene una agenda muy ocupada ¿Es realmente así? ¿Por qué?

No sé si está especialmente a tope esa agenda, pero dado que es una de las tres mejores orquestas del mundo, me figuro que deber estar solicitadísima.


- ¿Cuáles son las otras dos?

Eso es muy subjetivo, pero a mí hay un director que me encanta, que es Gergiev, y John Elliot Gardiner con su Orquesta Revolucionaria y Romántica, la de Chicago en tiempos de Solti era una de las tres.


- Algo que me ha llamado la atención es la idea de que, cuando un músico entra a formar parte de una orquesta, debe pasar un período de prueba y luego todos sus componentes deben votar si se queda o no. ¿Es realmente así? ¿También vale con el director de orquesta o sólo con los músicos?

Los músicos en las orquestas sinfónicas tienen una fuerza brutal. Si alguien se les mete entre ceja y ceja, no hay nada que hacer. Y le hacen el vacío hasta que se marcha.

En cuanto a los directores de orquesta, no sé si se hace de forma oficial, pero seguro que ningún Patronato contrataría a un director que la orquesta vetara, y aunque no tengan derecho real de veto, en la práctica es casi lo mismo, porque si está ahí es porque la orquesta lo ha aceptado.


- ¿Es cierto que existen varias piezas musicales asociadas con el diablo, como la Danza macabra de Saint Saëns o Las brujas de Paganini?

Sí, todas las que aparecen en la novela y algunas más, como La sinfonía fantástica, de Berlioz.


- En la novela aparece la Fundación Stradivarius Society de Chicago, que presta sus instrumentos a músicos de cierta talla. ¿Qué hay de cierto en ello?

Todo, porque casi nadie posee un Strad, todo el mundo lo tiene en préstamo vitalicio, y tiene que pagar el seguro anual, que no es barato, y dar una serie de conciertos ante los mecenas.


- La décima sinfonía, El violín del diablo… la próxima novela, ¿también sobre música?

Por supuesto, es el sello que define mis novelas: la música. Sólo te puedo decir que
está ambientada en el mundo del rock, y que el mundo del rock está lleno de misterios.
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martes, 6 de octubre de 2009

Bajo el terror de la Guillotina - François-Xavier Gauroy y Ambroise Liard

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/
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Ediciones Timeo, Mayo 2009
Género: Novela histórica
352 páginas
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Un mensaje oculto en un abanico parece ser la clave para liberar a la Familia Real francesa en 1793. Y una joven ha sido, accidentalmente, la depositaria de dicho objeto.

Las autoridades, empeñadas en descubrir el secreto, harán cuanto sea necesario para descubrir qué planes están urdiendo sus enemigos para salvar a María Antonieta. Y para ello no dudarán en meter en prisión a Marie, la muchacha que debía entregar el mensaje.
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El Terror. Roberpierre.

¿Quién no ha oído alguna vez esos dos nombres en una misma frase? Y es que la Revolución Francesa, pese a sus indiscutibles avances sociales (o las semillas de ellos) también tuvo su lado oscuro. Y ese lado oscuro tuvo un nombre propio: Robespierre.

Esta novela ahonda en ese período de tiempo en concreto y especialmente a través de la figura de Fouquier-Tinville, acusador público del Tribunal revolucionario. Por sus manos pasaron cientos, miles de expedientes para los que decretaba un mismo final: la guillotina. En muchos casos sin pruebas, casi sin juicio ni ningún tipo de deliberación. Realmente era peligroso vivir en Francia en aquellos tiempos. Cualquier vecino, cualquier enemigo por pequeño que fuese, podía colocar nuestro cuello bajo la cuchilla con una sola palabra. Porque el deseo de “limpieza” era tan acusado que las autoridades no se entretenían ni en comprobar si la persona que habían detenido era o no el verdadero objetivo, no digamos ya en buscar argumentos que avalasen las acusaciones de que era objeto.

No importaba si eran ricos o pobres, campesinos, tenderos o albañiles, sufrían por igual idéntico proceso y se hacinaban en las cárceles a la espera de la guillotina.

Esta escueta explicación queda magníficamente reflejada en la novela, esos desmanes, la crueldad innecesaria, las sospechas, los encarcelamientos, los procesos, las condenas… y Fouquier-Tinville es el personaje alrededor del cual gira toda esa vorágine de terror.

Alrededor de él se teje una trama un tanto folletinesca que pone sobre el tapete la figura de María Antonieta y las conspiraciones que se fraguaron para liberar a la familia real. Un misterio que envuelve a un objeto tan común como un abanico y que desata toda una serie de sucesos que se encuadran perfectamente en dicha etapa histórica.

Pese a los evidentes puntos de interés de esta novela, no le vendría mal una buena revisión de estilo. Algunas frases mal construidas y algunas erratas hacen necesaria una segunda lectura de varios pasajes, lo que entorpece el ritmo y confunde al lector.

Bajo el terror de la guillotina tiene a su favor el encuadre histórico y el fresco de la situación política del momento, y en contra un inicio ubicado en la actualidad completamente innecesario, amén de lo ya expuesto en el párrafo anterior.

En definitiva, una novela entretenida aunque ciertamente mejorable.
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